La flexibilización cuantitativa
- Mª Luisa Romana
- 27 sept 2018
- 3 Min. de lectura
Este es uno de los conceptos que considero más problemáticos de la jerga económica: no por la medida en sí (que yo ahí no me meto, para eso están los expertos) ni por sus consecuencias o por la teoría que la sustenta, sino por la evidente intención de engañar. La flexibilización cuantitativa (quantitative easing) es el aumento de la cantidad de dinero que hay en una economía. Vamos a explicarlo paso a paso.
La política monetaria es la estrategia que tiene una autoridad para intentar que los precios se mantengan en unos niveles estables. Esta intención es muy encomiable; si los precios están descontrolados no hay quien tome decisiones económicas en condiciones, y la economía entera puede paralizarse. Tiene que ser más o menos previsible, dentro de unos límites, cuánto van a costar las cosas mañana, teniendo en cuenta lo que cuestan hoy. Si queremos comprar un árbol habrá que saber lo que vale ahora en varios mercados, para ver si esos precios están bien puestos y si merece la pena comprarlo.
Hasta aquí, de acuerdo. La subida generalizada de todos los precios se llama inflación, y responde (en teoría) a una ecuación bastante fácil de comprender: el dinero es una unidad de cuenta, de por sí no existiría, es sólo lo que utilizamos para medir el valor de las cosas. Pues bien, si hay demasiado dinero, los precios subirán. Si tengo un saco con diez naranjas, y 10 euros para pagarlas, ¿cuánto costará cada naranja? Fácil: un euro. A continuación, si sigo teniendo el mismo saco pero ahora lo que hay son 20 euros, cada naranja valdrá dos euros. Eso es la inflación.
La cantidad de dinero que hay en una economía es la llamada masa monetaria. Las autoridades deben controlar qué pasa con ella para que no acabe habiendo más dinero de lo conveniente, así que, al final, la política monetaria tiene que controlar la masa monetaria para combatir la inflación.

El responsable de la política monetaria es la autoridad monetaria: los bancos centrales. En Estados Unidos, la Reserva Federal; en Europa, el BCE. La misión de estas autoridades es ir controlando la masa monetaria: cuando hay demasiada tienen que conseguir que haya menos, y viceversa.
Pues bien, cuando un banco central decide aumentar la cantidad de dinero, puede tomar varias medidas para conseguirlo. Una de ellas es directamente prestar dinero a los bancos privados, un dinero que saca directamente de las prensas, como explicaba muy bien Sergio Marquina, «el Profesor», en la serie La casa de papel.
Esta medida será mejor o peor en función de las opiniones; existe desde hace mucho tiempo, es una opción legítima y gustará a unos y disgustará a otros, porque no se puede contentar a tirios y troyanos. De siempre ha tenido un nombre bastante transparente, expansión monetaria, porque eso es exactamente lo que es. También oíamos de vez en cuando expansión cuantitativa; nos alejamos un poco más del lenguaje llano y comprensible, pero vaya y pase, porque en efecto se expande la cantidad de dinero...

Pero lo que es muy poco presentable es cambiarle el nombre para que no lo entienda ni la madre que lo parió: en la última crisis lo han llamado nada menos que flexibilización cuantitativa. Toma ya. Así no lo comprende nadie, poca gente se va a arriesgar a debatirlo, y asentamos firmemente la simpática noción de que los únicos que pueden opinar sobre lo que se hace con el dinero de todos son los expertos, porque nadie más entiende absolutamente nada. Ya sabemos que viene del inglés quantitative easing, expresión que se hace aún más alienígena a los propios angloparlantes de a pie. Pero eso no empece ninguna de nuestras objeciones.
Muy bien, señores, así se pisa: haciendo amigos a cada instante.























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